Planchar camisas es de cobardes

Guía táctica para lavar, secar y colgar con precisión quirúrgica. La arruga no es bella, solo evitable.

Este artículo está dedicado a esos héroes anónimos que renunciaron a las camisas “non-iron” porque les recordaban al chándal sintético del colegio. Hombres y mujeres valientes que creen que el estilo empieza en la lavadora y termina en la percha.

Antes del lavado: el primer movimiento

1. Clasifica como un maestro del orden. Separa por tipo de tejido y color. No es manía: es respeto por la prenda.
2. Desabotona sin piedad. Cuello, puños y hasta ese botón que no usas nunca. Así se lavan mejor y no se deforman.
3. Dale la vuelta. Lavar del revés reduce desgaste y evita marcas en el tejido visible.
4. Lee la etiqueta como si fuera un tratado de estrategia. Si dice “no secadora”, créelo. El enemigo no es el agua, es el calor sin control.

Lavado, la técnica de precisión

5. Agua templada (máx. 30 ºC). El calor es enemigo de las fibras nobles. Y de tu plan de no planchar.
6. Programa delicado o antiarrugas. Tu lavadora tiene uno. No lo ignores. El ciclo salvaje solo crea trabajo innecesario.
7. Dosis mínima de detergente. Cero suavizante. Menos es más. El residuo del jabón endurece la tela. Y el suavizante en camisas finas es un crimen silencioso.

El secado. Aquí se decide todo

8. Centrifugado suave (600-800 rpm). Quita el agua sin crear surcos en el tejido.
9. Al sacar, sacude con elegancia y firmeza. Por los hombros. Dos veces. Luego alisa cuello, puños y botonera como si te jugases la portada de GQ.
10. Cuelga en percha ancha, al instante. Nada de esperar. Nada de pinzas. Abrocha el primer botón del cuello y uno a mitad de camino.
11. Que se seque en sombra, sin viento fuerte. El sol marca. El viento arruga. Solo necesitas ventilación y paciencia.
12. Vuelve en 30 minutos y estira a mano. Collarín, canesú, laterales. Un gesto simple. Un impacto rotundo.

Magia Extra (para casos rebeldes)

13. Ducha caliente, camisa colgada. El vapor hace lo suyo mientras tú haces lo tuyo.
14. Spray casero antiarrugas. Agua con un toque de vinagre blanco (o suavizante, pero muy poco). Rocía y alisa con las manos.

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