De tacos y tapas: cómo nos vemos mexicanos y españoles en Woodenson

En Woodenson tenemos equipos en ambos lados del Atlántico. Y aunque hablamos el mismo idioma, a veces parece que nos traduce Google. Cuando nos juntamos, las diferencias culturales se notan más que un mariachi en una boda gallega. Nos une la marca, nos separan los matices. Aquí van algunas joyas de esa convivencia transatlántica que surgen cuando españoles y mexicanos trabajan codo con codo… o mejor dicho, codo con nopal.

El español suena enfadado (aunque no lo esté)

Si eres mexicano y trabajas con un español, hay un momento en el que piensas: «¿Le pasa algo o es así?»

Tranquilo, es así. Los españoles hablamos como si estuviéramos regañando a alguien que no ha hecho los deberes. Sin filtro, sin cursilerías, sin “corazoncito”. Para nosotros es eficiencia; para ellos, borderline agresión pasiva.

El “ahorita”: el arma secreta del caos

— “¿Cuándo lo haces?”
— “Ahorita.”
— “¿Ahora ahorita o ahorita al rato?”

Para un español, el “ahorita” es una trampa semántica. Nos deja colgando en un limbo temporal del que no se sale con vida (ni con cronómetro). Pedimos concreción. Ellos ofrecen contexto. Resultado: frustración ibérica y sonrisa mexicana.

Anécdota real: el gazpacho que acabó en los nachos

En una comida de equipo en Ciudad de México, uno de los nuestros pidió gazpacho. Un compañero mexicano lo probó, se entusiasmó y exclamó:

“¡Esta salsita está brutal!”

Lo usó como dip. Nadie le explicó que era sopa. Desde entonces, en México, el gazpacho se sirve con totopos. Y nadie se queja.

Baños: asunto delicado (y diplomático)

En una reunión larga en Madrid, una compañera mexicana preguntó tímidamente:

“Perdón, ¿puedo ir al baño?”
Y alguien le respondió:
“Claro, si sabes dónde está.”

A los cinco minutos volvimos a oír:

“Ya me perdí.”

Lo que en México es un espacio bien señalizado y con nombre bonito («Sanitarios», «Baños»), en España es a veces una gincana en un local mal iluminado con un cartel que dice “WC” pegado con celo desde 2003. La experiencia fue reveladora. Desde entonces, en todas nuestras oficinas hay señalética… y papel extra.

Mercadona: el paraíso cosmético inesperado

Otra anécdota habitual: cuando los mexicanos descubren Deliplus en España.
Esa mirada de incredulidad frente a una crema de ácido hialurónico por 4,50 €, con pack minimalista y olor a promesa cumplida.

“¿Y esto es bueno?”
“Es mejor que bueno. Es de Mercadona.”

Una compañera mexicana volvió a CDMX con 17 productos en la maleta y un nuevo estándar cosmético. Todavía nos manda fotos de los botes, como si fueran trofeos.

¿Caro o barato? Depende de qué lado del charco lo mires

Una cena con vino en Madrid por 25 euros: para un español, correcto. Para un mexicano, ¡una ganga!

Un trayecto en Uber por 45 pesos: para un mexicano, normal. Para un español, ¿me están estafando o es magia negra?

No nos ponemos de acuerdo ni en lo que cuesta una botella de agua. Pero así es el amor entre culturas: lleno de sorpresas y ajustes de divisa.

¿Tú de qué lado estás? ¿Dices “ahorita” o prefieres marcarlo en el calendario con hora y minuto? ¿Te molesta que te hablen directo o te da paz que alguien por fin diga lo que piensa?

Sea como sea, bienvenido a Woodenson: donde el tiempo susurra… y a veces grita.

Descubre otros artículos

Ángel y Rosa, intuición e interiorismo emocional

De Madrid al cielo: la casa de Pepe del Real y Paco Guerreros

Paris/64 por dentro: diseño, equilibrio y familia en un piso con historia

Manu Azcona, historia de un mirador con alma bohemia

Whispered by time

Social